Vitamina D: un pilar esencial para la salud

 

degeneración

Tras un capítulo introductorio sobre la diferencia entre degeneración y envejecimiento, veamos las distintas formas de degeneración y las enfermedades que se derivan de ellas.

Capítulo 2: Degeneración y enfermedades

Las diferentes formas de degeneración se desarrollan a partir de una base común. El desarrollo de una enfermedad en lugar de otra depende de la genética, de las condiciones de vida que imponen mayores exigencias a un órgano, de la vitalidad del organismo y de los factores protectores de la vida.

La supervivencia es una prioridad para los organismos vivos. El cuerpo humano está programado para permanecer vivo el mayor tiempo posible. Para conseguirlo, nuestro cuerpo utiliza una serie de mecanismos. Aumenta la eliminación de toxinas, utiliza antioxidantes y minerales para combatir el estrés oxidativo y la acidosis crónica, moviliza su sistema inmunitario para neutralizar los microorganismos y ciertas sustancias indeseables…

Las enfermedades degenerativas son el resultado del uso excesivo de estos mecanismos. Las clasifico en cuatro categorías principales.

1- Enfermedades de eliminación

Son las primeras enfermedades que aparecen. Afectan principalmente a la piel y a las mucosas (ORL, broncopulmonar, digestiva y, en el caso de las mujeres, vaginal). Se producen cuando los principales órganos excretores (hígado, riñones, pulmones) están sobrecargados. Son relés de excreción, que ayudan al organismo a desintoxicarse más eficazmente para mantener un medio interno satisfactorio.

Si tiene problemas agudos de eliminación, su organismo tiene la capacidad de acelerar considerablemente la eliminación de toxinas. Es una buena señal. La degeneración aparece cuando estos problemas se vuelven crónicos. El cuerpo ya no tiene fuerza suficiente para hacer frente a un ataque intenso. La inflamación se vuelve crónica. Los tejidos afectados pierden progresivamente elasticidad y se vuelven escleróticos. Pueden volverse fibrosos o cancerosos.

La piel y las mucosas son los principales órganos excretores. Se recurre a ellos cuando las toxinas se acumulan demasiado en el organismo. Pero a veces estos órganos ya no son suficientes para sostener a los órganos excretores principales. Entonces se recurre a otros órganos, como la próstata en los hombres.

2- Enfermedades incrustantes

Las principales enfermedades de eliminación son:


– cutáneas:
psoriasis, eczema, prurito, acné, urticaria, sudoración profusa u olorosa (manos, pies, axilas, cabeza, torso o cuerpo entero), etc.

 


– ORL y broncopulmonar:
asma, bronquitis crónica, rinitis crónica, sinusitis crónica, etc.

 

– digestivo: colitis, gastritis, enfermedad de Crohn, reflujo gástrico, etc.

El fenómeno de la bioacumulación

Este fenómeno significa que cuanto más arriba en la cadena alimentaria se encuentra un organismo, más contaminado está.
Es una ley de la naturaleza. Las plantas están menos contaminadas que la carne animal, y los peces pequeños están menos contaminados que los grandes. Los animales carnívoros están naturalmente más expuestos a las toxinas.

Este fenómeno también se aplica a los humanos. Por tanto, la elección de los alimentos y el entorno en el que vivimos son cruciales.

Las enfermedades incrustantes son posteriores a las enfermedades de eliminación. El organismo hace todo lo posible para proteger sus órganos más importantes (sistema nervioso y corazón) de la exposición a las toxinas. La eliminación de toxinas no siempre es suficiente para mantener un entorno interno favorable. Así que nuestro cuerpo utiliza el almacenamiento para apoyar el trabajo de eliminación.

Las articulaciones, los quistes y el tejido adiposo, sobre todo en el abdomen, son las tres principales zonas de almacenamiento del organismo. Además, las células, que producen toxinas de forma natural, retendrán parte de sus residuos metabólicos durante más tiempo para evitar que circulen demasiadas toxinas por la sangre y la linfa.

Estas situaciones de ensuciamiento pueden ocurrir. Pero deben ser temporales, permitiendo al organismo liberar las toxinas acumuladas. La degeneración se produce cuando el exceso de trabajo se vuelve crónico y el proceso de eliminación de toxinas nunca llega a ponerse en marcha. Los tejidos demasiado sucios funcionan peor. Las células se comunican mal entre sí, luego sufren asfixia y finalmente, si el proceso continúa, mueren o se vuelven cancerosas.

Un intestino permeable (o poroso), una mala digestión, los ácidos grasos trans y la contaminación contribuyen al ensuciamiento celular. Las carencias nutricionales en vitaminas y minerales amplifican este fenómeno.

Las principales enfermedades obstructivas son : artritis y artrosis, obesidad abdominal, diabetes de tipo 2, enfermedad de Alzheimer, enfermedad de Parkinson, fibromialgia, insomnio, y depresión endógena.

3- Enfermedades oxidativas del sistema circulatorio

El cuerpo se oxida bajo el efecto de las toxinas y el uso de oxígeno. Es el estrés oxidativo. Las principales enfermedades causadas por el estrés oxidativo afectan directamente al sistema circulatorio o son consecuencia de su deterioro: aterosclerosis, infarto de miocardio, accidente cerebrovascular, disfunción eréctil, deficiencia visual, trastornos neurológicos, pérdida de sensibilidad en las extremidades, insuficiencia renal debida a nefropatía, etc.

 

frutos rojos y negros

Los antioxidantes representan una importante barrera protectora para el sistema circulatorio. Con el paso de los años, esta barrera protectora se debilita debido al estrés oxidativo. El sistema circulatorio está menos protegido. Su deterioro aumenta.

Las enfermedades oxidativas del sistema circulatorio suelen desarrollarse a partir de los 45-50 años. La dieta moderna carece de suficientes frutas y verduras que aporten suficientes antioxidantes y permitan al organismo producir y reciclar eficazmente sus propios antioxidantes, como el glutatión. El selenio, las vitaminas C y E y los antioxidantes de los frutos rojos y negros ayudan a regenerar el glutatión cuando se oxida. El magnesio contribuye a la síntesis del glutatión.

4- Enfermedades defensivas

Estas enfermedades implican al sistema inmunitario: enfermedades autoinmunes, alergias, sensibilidades e intolerancias alimentarias. Suelen aparecer tras señales de alarma (enfermedades de eliminación y/o obstrucción, trastornos digestivos). Y la degeneración por enfermedades defensivas se desarrolla cuando no se presta suficiente atención a estas señales.

No es el sistema inmunitario el que funciona mal. El cuerpo humano se adapta constantemente a su entorno y no hace nada al azar. Una de las principales funciones del sistema inmunitario es proteger al organismo de microorganismos y sustancias indeseables procedentes del exterior.

Cuando las agresiones son regulares, aumentan los niveles de anticuerpos y se incrementa el riesgo de desencadenar una enfermedad de defensa. La inflamación de la mucosa respiratoria e intestinal amplifica este carácter agresivo. La enfermedad se produce cuando la situación se vuelve intolerable para el organismo.

Ya se trate de una intolerancia alimentaria o de una sensibilidad al gluten, a los productos lácteos o a otros alimentos, el alimento en cuestión no es más que el árbol que esconde el bosque. El problema es una mala digestión y una inflamación intestinal crónica. Lo mismo ocurre cuando el consumo de un alimento provoca trastornos del sistema nervioso, las articulaciones, la piel u otros órganos.

 

¿Sensibilidad alimentaria o intolerancia?

 

Intolerancia significa que el alimento en cuestión ya no puede comerse en absoluto sin provocar reacciones importantes. Es necesario evitarlo.

 

Sensibilidad significa que comer un alimento provoca reacciones importantes. Se recomienda evitarlo. Pero el alimento puede tolerarse con una mejor digestión y un consumo más adecuado, en términos de cantidad y frecuencia.

En el caso de las enfermedades autoinmunes, el terreno del organismo es similar. Pero muchos casos tienen una predisposición genética. Los genes del sistema HLA pueden activarse cuando el organismo está sometido a un estrés intenso. Cuando estos genes se expresan, inducen la producción de anticuerpos específicos.

Para revertir las enfermedades defensivas, es necesario reducir considerablemente los factores de agresión y calmar suficientemente el sistema inmunitario, reduciendo la inflamación de las mucosas. Las enfermedades autoinmunes no siempre responden favorablemente. La degeneración puede invertirse y evitarse en muchos casos: artritis reumatoide, espondilitis anquilosante, artritis psoriásica, lupus, esclerodermia, esclerosis múltiple, enfermedad celíaca, enfermedad de Crohn.

Entre contaminación y emoción

Las toxinas suelen ser la principal causa de degeneración. Pero algunos casos no pueden explicarse únicamente por la presencia de toxinas. Hay que buscar en otra parte. Nuestras emociones son a menudo una pista relevante. Una emoción, que expresa un peligro para nuestro cerebro, induce inevitablemente una respuesta adaptativa de supervivencia.

Las emociones influyen en nuestros sistemas hormonal, energético e inmunitario. Como resultado, pueden provocar una amplia gama de enfermedades, que entran en todas las categorías de degeneración. El problema no es el acontecimiento en sí, sino cómo se interpreta y se siente al respecto.

Cuando las soluciones convencionales no producen los resultados deseados, hay que explorar la dimensión emocional, pues de lo contrario nos perdemos la verdadera causa. Esto suele ocurrir con las enfermedades autoinmunes.

Entonces, ¿Todavía es posible vivir viejo y sano?

La respuesta la encontrará muy pronto en el último capítulo de este informe especial…

Vitamina D

Con la llegada de las estaciones más frías y menos soleadas, la cuestión de la vitamina D vuelve a ser protagonista. Y con razón: esta vitamina, a menudo denominada «vitamina del sol», desempeña un papel esencial en el mantenimiento de nuestra vitalidad general. Más allá de la simple salud ósea, contribuye al equilibrio de nuestro sistema inmunitario, nuestro estado de ánimo y nuestra energía, pero también a numerosas funciones metabólicas más discretas.

Sin embargo, a pesar de su importancia, gran parte de la población presenta una carencia de vitamina D, a veces sin siquiera saberlo.

En este artículo, le invito a descubrir por qué la vitamina D es tan valiosa, las razones por las que a menudo tenemos carencias y cómo reforzarla de forma natural en el día a día.

¿Cuál es la función de la vitamina D en el organismo?

La vitamina D actúa como un auténtico director de orquesta en nuestro organismo. Interviene en numerosos procesos fisiológicos esenciales para el equilibrio general del cuerpo.

Salud ósea y mineral

La vitamina D facilita la asimilación del calcio y el fósforo en el intestino, lo que permite su correcta fijación en los huesos y los dientes. Esta función de mediador mineral es indispensable para mantener una estructura ósea sólida y prevenir la desmineralización. Un déficit, incluso moderado, puede debilitar la masa ósea y favorecer trastornos como la osteopenia o la osteoporosis.

Apoyo al sistema inmunitario

También interviene en la modulación de la respuesta inmunitaria. Al activar ciertas células de defensa, la vitamina D ayuda al organismo a reaccionar mejor frente a los agentes infecciosos y a regular los fenómenos inflamatorios. Un aporte suficiente contribuye así a una mayor resistencia, especialmente durante los periodos de menor insolación, en los que las defensas naturales suelen estar más solicitadas.

Equilibrio emocional y vitalidad

La vitamina D también contribuye a la estabilidad emocional y al control del tono general. Influye en la síntesis de ciertos neurotransmisores implicados en la regulación del estado de ánimo, como la serotonina. Por lo tanto, un nivel insuficiente puede manifestarse en forma de bajón anímico, falta de energía o trastornos del sueño, especialmente durante la temporada invernal.

Funciones metabólicas y hormonales

Por último, la vitamina D actúa sobre varios ejes metabólicos: interviene en la regulación hormonal, la función muscular, la salud cardiovascular y el metabolismo de la glucosa. Estas múltiples interacciones explican por qué un buen equilibrio de vitamina D contribuye al mantenimiento del funcionamiento armonioso del organismo en su conjunto.

¿Por qué nuestras necesidades de vitamina D a menudo no se cubren adecuadamente?

A pesar de su importancia, gran parte de la población presenta niveles de vitamina D inferiores a los recomendados. Varios factores, relacionados con nuestro estilo de vida y nuestras particularidades individuales, explican esta situación, que se ha convertido en algo muy habitual.

Vitamina D

El estilo de vida moderno

 Nuestros hábitos actuales limitan considerablemente nuestra exposición natural al sol, la principal fuente de síntesis de vitamina D. Entre el trabajo en interiores, los transportes, las actividades de ocio sedentarias y el uso prolongado de pantallas, la piel rara vez se expone durante el tiempo suficiente a la luz directa.

La influencia de las estaciones y la latitud

La producción cutánea depende en gran medida de la época del año y de la zona geográfica. En determinadas latitudes, entre octubre y marzo, los rayos del sol son demasiado oblicuos para permitir una síntesis eficaz. Cuanto más lejos se vive del ecuador, más se alarga este periodo de «pausa solar», lo que explica la frecuente disminución de los niveles de vitamina D al final del invierno.

Las particularidades individuales

Algunos perfiles presentan mayores necesidades o una síntesis más débil:

  • las personas mayores, cuya piel produce menos vitamina D;
  • las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, cuyas necesidades aumentan;
  • las personas de piel oscura, ya que la melanina actúa como un filtro natural de los rayos UV;
  • las personas que padecen trastornos digestivos (malabsorción, enfermedad celíaca, enfermedad de Crohn, etc.);
  • Las personas con sobrepeso o diabetes, ya que la vitamina D es liposoluble y puede «almacenarse» en los tejidos adiposos.
  • Las personas con insuficiencia renal, que limita la conversión de la vitamina D en su forma activa.

 

¿Cómo mantener de forma natural los niveles de vitamina D?

Vitamina D

A pesar de su importancia, gran parte de la población presenta niveles de vitamina D inferiores a los recomendados. Varios factores, relacionados con nuestro estilo de vida y nuestras particularidades individuales, explican esta situación, que se ha convertido en algo muy habitual.

Exponerse al sol de forma razonable

La principal fuente de vitamina D sigue siendo la síntesis cutánea bajo el efecto de los rayos UVB. Una exposición de entre 15 y 30 minutos al día, con los brazos y la cara descubiertos, suele ser suficiente en primavera y verano. Lo ideal es aprovechar las horas de mayor luminosidad (entre las 11:00 y las 15:00), evitando al mismo tiempo la exposición prolongada, que daña la piel.

Apostar por una alimentación adecuada

En cuanto a la alimentación, las fuentes naturales de vitamina D son relativamente escasas. Sin embargo, siguen siendo un valioso apoyo.

Se encuentra en los pescados grasos (salmón, caballa, sardinas, arenques), el hígado de bacalao, la yema de huevo, algunas setas y los productos enriquecidos. Combinar estos alimentos con fuentes de grasas buenas (aceite de oliva, nueces, aguacate) favorece una mejor asimilación.

Considerar una suplementación razonada

Cuando la exposición al sol y la alimentación ya no son suficientes, puede estar indicada una suplementación, especialmente en otoño-invierno o según los resultados de un análisis de sangre.

Se recomienda dar prioridad a la forma de vitamina D3, más biodisponible que la D2, idealmente de origen natural (vegetal o procedente de la lanolina). Para optimizar su asimilación, resulta especialmente interesante la suplementación conjunta con magnesio y vitamina K2: el magnesio favorece la conversión activa de la vitamina D, mientras que la K2 dirige el calcio hacia los huesos en lugar de hacia los tejidos blandos.

Por último, un análisis de sangre periódico permite ajustar la dosis según las necesidades individuales, ya que tampoco es deseable una suplementación excesiva.

Por lo tanto, la vitamina D desempeña un papel esencial en el equilibrio general de nuestro organismo.

Entonces, ¿por qué no empezar hoy mismo a evaluar su ingesta, ajustar su rutina y hacer de esta vitamina un verdadero aliado para la salud en el día a día?

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