Vitamina D: un pilar esencial para la salud

 

Las fibras prebióticas son fibras dietéticas blandas que tienen un efecto protector sobre el intestino y nuestra salud.

La microbiota intestinal: el centro de la regulación de la salud

La salud comienza en el intestino. ¿Quién no ha oído hablar de la importancia de la microbiota intestinal? ¡Probióticos por aquí, probióticos por allá! Numerosas publicaciones científicas alaban sus méritos. Muchos complementos alimenticios los contienen actualmente. La moda de la microbiota intestinal es muy fuerte. Los probióticos son esenciales para mantener nuestra salud, pero sin los prebióticos sus beneficios son mucho más débiles.

Los prebióticos son generalmente menos conocidos por el público en general que los probióticos. Ambos son algo así como los “ángeles de la guarda” de nuestro sistema digestivo y nuestra salud. Si los probióticos son un pilar de la salud, los prebióticos son la base.

Prebióticos, probióticos, ¿cuál es la diferencia?

No hay que confundir los prebióticos con los probióticos.

Los probióticos son microorganismos (bacterias, levaduras, virus, hongos). Están presentes de forma natural en la flora intestinal normal. Literalmente, probiótico significa “dador de vida”. Tienen múltiples funciones:

  • Luchan contra el desarrollo de bacterias patógenas;
  • Protegen el intestino de las sustancias tóxicas;
  • Producen vitaminas;
  • Mejoran la asimilación de los nutrientes;
  • Promueven el correcto desarrollo del sistema inmunitario;
  • Regulan el metabolismo del cuerpo;
  • Producen moléculas que favorecen la saciedad y un correcto ritmo de digestión;
  • Producen un nutriente que necesitan las células del intestino grueso para proteger el organismo.

Los prebióticos, en cambio, son hidratos de carbono que no digerimos directamente y que sirven de alimento a los microorganismos de una microbiota intestinal sana, es decir, a los probióticos. Se digieren por fermentación, principalmente por bacterias y levaduras. Cuando se nutren adecuadamente, las bacterias buenas se reproducen. Siguen siendo predominantes en el intestino y pueden así ejercer sus acciones protectoras.

Los prebióticos ayudan a crear un entorno favorable para el desarrollo de las bacterias buenas en el sistema digestivo. Alimentar las bacterias buenas del intestino es aún más importante que dar probióticos repetidamente. Las bacterias buenas deben recibir su alimento preferido para mantener su presencia. Cuando faltan prebióticos, el estado de la microbiota intestinal se desequilibra más fácilmente, con muchas consecuencias negativas para la salud y el confort digestivo.

¿Dónde se encuentran los prebióticos?

Los prebióticos se encuentran principalmente en los productos lácteos y en las frutas, verduras y semillas (cereales, legumbres, frutos secos). Los productos lácteos contribuyen principalmente al desarrollo de la flora intestinal durante los primeros años de vida y las frutas, verduras y semillas a su mantenimiento durante el resto de la vida.

Los prebióticos son tan importantes para la salud que ya están presentes en la leche materna. Los bebés amamantados tienen una flora intestinal mucho más diversa (signo de buena salud) y el doble de bifidobacterias (bacterias buenas) que los alimentados con leche artificial.

No todo el mundo puede tolerar los productos lácteos, pero todos podemos comer al menos algunas frutas y verduras o semillas. Aquí nos interesan los prebióticos vegetales. Se trata de fibras solubles (inulinas, pectinas, FOS, etc.). Las fibras insolubles no son las más interesantes para la flora intestinal. Además, pueden irritar el intestino, sobre todo cuando ya está debilitado. La fibra insoluble se encuentra principalmente en los cereales integrales, el salvado de trigo, la piel de las legumbres, la piel de las manzanas, los pimientos, los tomates y las frutas y verduras de piel dura.

¿Cuánta fibra debemos consumir?

En general, no comemos suficiente fibra. La ingesta media diaria de fibra en los países industrializados es de 15 a 20 gramos, combinando todas las fibras. Las fibras prebióticas son las que más necesitamos. El efecto protector de estas fibras empieza a ser realmente significativo a partir de 30 gramos de fibra al día. Las recomendaciones actuales son de una ingesta mínima de 25 gramos al día.

Atiborrarse de salvado de trigo no es la solución. El salvado de avena, aunque ya es mucho más interesante, no sustituye a la fibra de las frutas y verduras frescas. Por ejemplo, la pectina se encuentra en todas las frutas.

La inulina se encuentra en las alcachofas, los espárragos, la achicoria, la escarola, los dientes de león, el ajo, las cebollas, los puerros, las alcachofas de Jerusalén, los tomates y los plátanos.

¿Cómo consumir las fibras prebióticas?

Los prebióticos son frágiles. Se degradan con el calor. Para conservarlos, hay que tener cuidado con la forma de cocinarlos. Hay que evitar, en la medida de lo posible, las cocciones largas o las temperaturas elevadas. Cuando el alimento ha perdido toda su textura, cuando se reduce fácilmente a papilla tras la cocción, las fibras solubles se transforman en azúcares simples y pierden sus efectos beneficiosos sobre la flora intestinal. También pierde su efecto saciante y favorece el aumento de la ingesta de calorías.

Consejo

Un último consejo para el consumo de prebióticos : si ha estado comiendo muy poco durante mucho tiempo, suele ser mejor aumentar la cantidad gradualmente. Una transición brusca puede exponerle a molestias intestinales como hinchazón o incluso dolor si su intestino es sensible.

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Vitamina D

Con la llegada de las estaciones más frías y menos soleadas, la cuestión de la vitamina D vuelve a ser protagonista. Y con razón: esta vitamina, a menudo denominada «vitamina del sol», desempeña un papel esencial en el mantenimiento de nuestra vitalidad general. Más allá de la simple salud ósea, contribuye al equilibrio de nuestro sistema inmunitario, nuestro estado de ánimo y nuestra energía, pero también a numerosas funciones metabólicas más discretas.

Sin embargo, a pesar de su importancia, gran parte de la población presenta una carencia de vitamina D, a veces sin siquiera saberlo.

En este artículo, le invito a descubrir por qué la vitamina D es tan valiosa, las razones por las que a menudo tenemos carencias y cómo reforzarla de forma natural en el día a día.

¿Cuál es la función de la vitamina D en el organismo?

La vitamina D actúa como un auténtico director de orquesta en nuestro organismo. Interviene en numerosos procesos fisiológicos esenciales para el equilibrio general del cuerpo.

Salud ósea y mineral

La vitamina D facilita la asimilación del calcio y el fósforo en el intestino, lo que permite su correcta fijación en los huesos y los dientes. Esta función de mediador mineral es indispensable para mantener una estructura ósea sólida y prevenir la desmineralización. Un déficit, incluso moderado, puede debilitar la masa ósea y favorecer trastornos como la osteopenia o la osteoporosis.

Apoyo al sistema inmunitario

También interviene en la modulación de la respuesta inmunitaria. Al activar ciertas células de defensa, la vitamina D ayuda al organismo a reaccionar mejor frente a los agentes infecciosos y a regular los fenómenos inflamatorios. Un aporte suficiente contribuye así a una mayor resistencia, especialmente durante los periodos de menor insolación, en los que las defensas naturales suelen estar más solicitadas.

Equilibrio emocional y vitalidad

La vitamina D también contribuye a la estabilidad emocional y al control del tono general. Influye en la síntesis de ciertos neurotransmisores implicados en la regulación del estado de ánimo, como la serotonina. Por lo tanto, un nivel insuficiente puede manifestarse en forma de bajón anímico, falta de energía o trastornos del sueño, especialmente durante la temporada invernal.

Funciones metabólicas y hormonales

Por último, la vitamina D actúa sobre varios ejes metabólicos: interviene en la regulación hormonal, la función muscular, la salud cardiovascular y el metabolismo de la glucosa. Estas múltiples interacciones explican por qué un buen equilibrio de vitamina D contribuye al mantenimiento del funcionamiento armonioso del organismo en su conjunto.

¿Por qué nuestras necesidades de vitamina D a menudo no se cubren adecuadamente?

A pesar de su importancia, gran parte de la población presenta niveles de vitamina D inferiores a los recomendados. Varios factores, relacionados con nuestro estilo de vida y nuestras particularidades individuales, explican esta situación, que se ha convertido en algo muy habitual.

Vitamina D

El estilo de vida moderno

 Nuestros hábitos actuales limitan considerablemente nuestra exposición natural al sol, la principal fuente de síntesis de vitamina D. Entre el trabajo en interiores, los transportes, las actividades de ocio sedentarias y el uso prolongado de pantallas, la piel rara vez se expone durante el tiempo suficiente a la luz directa.

La influencia de las estaciones y la latitud

La producción cutánea depende en gran medida de la época del año y de la zona geográfica. En determinadas latitudes, entre octubre y marzo, los rayos del sol son demasiado oblicuos para permitir una síntesis eficaz. Cuanto más lejos se vive del ecuador, más se alarga este periodo de «pausa solar», lo que explica la frecuente disminución de los niveles de vitamina D al final del invierno.

Las particularidades individuales

Algunos perfiles presentan mayores necesidades o una síntesis más débil:

  • las personas mayores, cuya piel produce menos vitamina D;
  • las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia, cuyas necesidades aumentan;
  • las personas de piel oscura, ya que la melanina actúa como un filtro natural de los rayos UV;
  • las personas que padecen trastornos digestivos (malabsorción, enfermedad celíaca, enfermedad de Crohn, etc.);
  • Las personas con sobrepeso o diabetes, ya que la vitamina D es liposoluble y puede «almacenarse» en los tejidos adiposos.
  • Las personas con insuficiencia renal, que limita la conversión de la vitamina D en su forma activa.

 

¿Cómo mantener de forma natural los niveles de vitamina D?

Vitamina D

A pesar de su importancia, gran parte de la población presenta niveles de vitamina D inferiores a los recomendados. Varios factores, relacionados con nuestro estilo de vida y nuestras particularidades individuales, explican esta situación, que se ha convertido en algo muy habitual.

Exponerse al sol de forma razonable

La principal fuente de vitamina D sigue siendo la síntesis cutánea bajo el efecto de los rayos UVB. Una exposición de entre 15 y 30 minutos al día, con los brazos y la cara descubiertos, suele ser suficiente en primavera y verano. Lo ideal es aprovechar las horas de mayor luminosidad (entre las 11:00 y las 15:00), evitando al mismo tiempo la exposición prolongada, que daña la piel.

Apostar por una alimentación adecuada

En cuanto a la alimentación, las fuentes naturales de vitamina D son relativamente escasas. Sin embargo, siguen siendo un valioso apoyo.

Se encuentra en los pescados grasos (salmón, caballa, sardinas, arenques), el hígado de bacalao, la yema de huevo, algunas setas y los productos enriquecidos. Combinar estos alimentos con fuentes de grasas buenas (aceite de oliva, nueces, aguacate) favorece una mejor asimilación.

Considerar una suplementación razonada

Cuando la exposición al sol y la alimentación ya no son suficientes, puede estar indicada una suplementación, especialmente en otoño-invierno o según los resultados de un análisis de sangre.

Se recomienda dar prioridad a la forma de vitamina D3, más biodisponible que la D2, idealmente de origen natural (vegetal o procedente de la lanolina). Para optimizar su asimilación, resulta especialmente interesante la suplementación conjunta con magnesio y vitamina K2: el magnesio favorece la conversión activa de la vitamina D, mientras que la K2 dirige el calcio hacia los huesos en lugar de hacia los tejidos blandos.

Por último, un análisis de sangre periódico permite ajustar la dosis según las necesidades individuales, ya que tampoco es deseable una suplementación excesiva.

Por lo tanto, la vitamina D desempeña un papel esencial en el equilibrio general de nuestro organismo.

Entonces, ¿por qué no empezar hoy mismo a evaluar su ingesta, ajustar su rutina y hacer de esta vitamina un verdadero aliado para la salud en el día a día?

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